Continúo contando cómo llegó a nuestras vidas la peque:
El domingo 13 de diciembre amanecía soleado y con una ligera brisa. Después de desayunar fuimos a dar un paseo por El cabo de Santa Pola (Alicante). El día era estupendo y el mar estaba muy bonito, era azul celeste con reflejos dorados, pero yo estaba empezando a preocuparme. Desde el desayuno hasta ese momento no había sentido movimientos de mi peque. Durante el paseo intenté relajarme para ver si notaba alguna patadita. Después de comer, al ver que no notaba nada, nos fuimos a urgencias. Allí fueron muy amables, atentos y profesionales, me hicieron una eco, me pusieron los monitores y me dijeron que todo estaba bien, uuufff, que alivio.
Allí mismo la matrona me enseñó a silbar a la peque como un pajarito y a esperar la respuesta de ella. ¡Increíble! Respondía cada vez que silbaba, una cosa tan sencilla como esa y no se me había ocurrido. Yo había estado todo el día hablándole, acariciando la barriguita pero no había pensado en silbar.
Me dejaron un ratito en observación de monitores y allí la matrona se dio cuenta de que tenía contracciones, eran pocas pero alguna había. Durante todo ese tiempo las contracciones bajaron y como estaba todo bien nos marchamos a casa.
El lunes me levanté muy bien, sintiendo a la peque mucho, no paraba de dar pataditas. Al haber salido un día un poco frío y raro decidí ir a la peluquería a arreglarme el pelo, pensaba que después del parto no tendría tiempo ni ganas de estar pendiente de esas cosas. Así que me fui y me pasé media mañana allí.
Por la tarde, a pesar del frío que hacía, fui a dar un paseo para mover las piernas, y empecé a tener un dolor en el bajo vientre. Cada vez era más intenso y fuerte. Al llegar a casa tuve que tumbarme (o algo parecido porque con esa tripota estar tumbada no era ni muy cómodo ni fácil), el dolor no se iba y además expulsé el tapón mucoso.
Esa tarde noche, hable con mi marido (que estaba en Madrid) y le conté como estaba y él me preguntó si se venía a Alicante esa misma noche, le dije que no, que estaba bien, que según la matrona desde que se tira el tapón mucoso puedes ponerte de parto a los dos días o a las dos semanas. También le dije que al día siguiente le llamaría, que quería ver como pasaba la noche.
Esa noche me fui a la cama, el dolor había bajado pero seguía con molestias. La noche fue pesada, me desperté a las cuatro de la mañana dolorida e incomoda, tenía la sensación de no haber descansado bien. Me levanté para ir al baño y allí de repente noté una contracción, esperé y a los diez minutos volví a tener otra. Decidí ir al salón, y recostada en el sofá, controlé el tiempo entre las contracciones, que eran cada diez minutos.
Me levanté, desperté a mi madre para que me ayudara a controlar el tiempo entre contracciones por si yo lo había estado haciendo mal. Mi madre enseguida vio que era el momento, se puso nerviosa y no paraba de decir que teníamos que ir al hospital.
Yo estaba muy tranquila, le dije que sí, que íbamos a ir pero que antes quería ducharme e ir limpia porque me encontraba bien. De hecho, mientras íbamos al hospital pensaba que tal cual llegara me iban a decir que me volviera a casa.
Cuando llegamos allí eran las seis y media de la mañana.
Continuará...
Allí mismo la matrona me enseñó a silbar a la peque como un pajarito y a esperar la respuesta de ella. ¡Increíble! Respondía cada vez que silbaba, una cosa tan sencilla como esa y no se me había ocurrido. Yo había estado todo el día hablándole, acariciando la barriguita pero no había pensado en silbar.
Me dejaron un ratito en observación de monitores y allí la matrona se dio cuenta de que tenía contracciones, eran pocas pero alguna había. Durante todo ese tiempo las contracciones bajaron y como estaba todo bien nos marchamos a casa.
El lunes me levanté muy bien, sintiendo a la peque mucho, no paraba de dar pataditas. Al haber salido un día un poco frío y raro decidí ir a la peluquería a arreglarme el pelo, pensaba que después del parto no tendría tiempo ni ganas de estar pendiente de esas cosas. Así que me fui y me pasé media mañana allí.
Por la tarde, a pesar del frío que hacía, fui a dar un paseo para mover las piernas, y empecé a tener un dolor en el bajo vientre. Cada vez era más intenso y fuerte. Al llegar a casa tuve que tumbarme (o algo parecido porque con esa tripota estar tumbada no era ni muy cómodo ni fácil), el dolor no se iba y además expulsé el tapón mucoso.
Esa tarde noche, hable con mi marido (que estaba en Madrid) y le conté como estaba y él me preguntó si se venía a Alicante esa misma noche, le dije que no, que estaba bien, que según la matrona desde que se tira el tapón mucoso puedes ponerte de parto a los dos días o a las dos semanas. También le dije que al día siguiente le llamaría, que quería ver como pasaba la noche.
Esa noche me fui a la cama, el dolor había bajado pero seguía con molestias. La noche fue pesada, me desperté a las cuatro de la mañana dolorida e incomoda, tenía la sensación de no haber descansado bien. Me levanté para ir al baño y allí de repente noté una contracción, esperé y a los diez minutos volví a tener otra. Decidí ir al salón, y recostada en el sofá, controlé el tiempo entre las contracciones, que eran cada diez minutos.
Me levanté, desperté a mi madre para que me ayudara a controlar el tiempo entre contracciones por si yo lo había estado haciendo mal. Mi madre enseguida vio que era el momento, se puso nerviosa y no paraba de decir que teníamos que ir al hospital.
Yo estaba muy tranquila, le dije que sí, que íbamos a ir pero que antes quería ducharme e ir limpia porque me encontraba bien. De hecho, mientras íbamos al hospital pensaba que tal cual llegara me iban a decir que me volviera a casa.
Cuando llegamos allí eran las seis y media de la mañana.
Continuará...
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